domingo, 22 de diciembre de 2013

(des) conectarse

La vida es el equilibrio entre retener y dejar ir
Desde que regresé de Argentina, tras pasar un largo mes allí con mi hija, me han sucedido muchas cosas.
Muchas inverosímiles, anécdotas y experiencias de vida.

Pero sobre todo, me ha pasado como un vendaval por encima.
Algo así como una mega marea de sentidos, visiones y la sensación de estar viva más que nunca.

Quizás porque venía un poco como muerta, o mejor dicho adormilada. Venía sintiéndome la víctima de la vida que me había tocado. Sentía que tenía mala suerte, que todo a mi alrededor parecía brillar mientras yo me apagaba por dentro.

Viajar a mi país de origen no sólo tiró por tierra muchas de estas ilusiones y fantasías. Tuve la oportunidad de vivir la vida a pelo, al ras, sin decoraciones ni floreos. Allá, en Buenos Aires, la vida pasaba cada día buscando ser vivida. Y atrás quedaban todas esas horas de fantasía e ilusión. Prejuicios. Falsas teorías y creencias.

Quizás porque tengo tendencia a analizar cada momento, y también quizás porque tiendo a mirar todo desde mi propio ombligo, pero más que nada creo que tiene que ver con una manera de utilizar el tiempo.

Desde que el amor decidió escaparse por la alcantarilla y sólo dejó rastros de su pasado común conmigo, sé que me ha costado mucho más que nunca aceptar la vida que me toca.
Al menos aceptarla con alegría.
Porque la alegría es algo que necesitamos para seguir vivos.



Regresé con la cara lavada, atrás quedaron esas máscaras que durante más de 5 años me había puesto y sacado, cambiado cada día, para poder seguir adelante.

En Buenos Aires me conecté con mis raíces, mi pasado, mis amigos, mi familia, mi identidad, mi vida. Una vida que había querido dejar atrás, pensando erróneamente que el comenzar una vida nueva requería de una nueva persona. Y para ser otra, tenía que dejar de ser quien había sido.

Un gran error, claro. Desconectar de uno mismo.

Hoy siento como si las piezas que me faltaban para armar ese rompecabezas de mi vida hubieran aparecido, así, como de la nada, de repente, como desde abajo de la alfombra.

Esta es la persona que soy, con un pie aquí y otro allá.
Al conectarme conmigo misma me dí cuenta también de que me importaba, ahora más que nunca, la calidad de las relaciones y no ya sólo la cantidad.

Pero todo tiene que ver con todo. Tiene que ver con el momento vivido, y al mismo tiempo con el pasado.
Con la manera de relacionarme con otras personas.
De las personas que ví, los amigos con los que me reencontré, me dió la pauta de cuán importantes han sido ellos en mi vida. Más allá de las distancias y la falta de contacto. Más allá del tiempo, más allá de mi desconexión con el mundo, ellos siempre estaban cuando los necesitaba.

Y eso tiene que ver con el hecho de que desde que vivo fuera de Argentina he conocido muchísimas personas, y me ha costado mucho ser selectiva porque siempre pensé que tener más gente, más contactos me servía para desarrollarme mejor como escritora. O como persona.
Porque cuanta más gente conociera, más posibilidades, más opciones se me abrirían en mi camino de búsqueda.

Y me dí cuenta que ahí radicaba mi gran error. Al ser una persona abierta y sincera tengo la tendencia de entrar en confianza con la gente sin conocerla bien.
En ese rally por querer conocer más y mejor, me llevé unos cuantos chascos. O sea, me pasó varias veces y muy seguido, que gente a la que yo consideraba mis buenos amigos en realidad nunca lo habían sido. O, si lo habían sido, sólo había sido en algunos momentos.

Pero esto no es malo. Esta es la diferencia de cómo pensaba antes respecto a ahora. Yo tampoco he sido buena amiga al no profundizar las relaciones. Al querer abarcar más y mejor, no le dí tiempo y espacio a esas relaciones que empezaban, que necesitaban de su tiempo para madurar.

Y, por último, en esta especie de mea culpa, debo admitir que me cuesta mucho mantener amistades porque soy una persona muy autosuficiente y solitaria.
Si bien extraño el contacto con la gente, detesto el asedio de la gente. Y ésto es a veces complicado, porque lograr esa armonía entre lo que uno puede y quiere dar sincronizando con los demás, eso ya es algo que depende de la magia del momento. No se puede forzar ni incentivar más de la cuenta.

Quizás por todas estas razones hoy me siento más conectada conmigo misma, pero más desconectada con los demás.

No tengo muchas ganas de llenar mis días viendo gente a la que apenas suelo ver. Son esas relaciones que necesitan aun madurar, tomarse su tiempo, si es que realmente serán amistades duraderas.
A veces los tiempos no ayudan, y eso también tiene una razón de peso.
Puede haber buena onda, pero poca entrega. Cada uno con sus tiempos y sus cosas. A veces simplemente no funciona.

Y eso está bien.

Para todo lo demás siempre tendremos social media.

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